Él era como una utopía:
por más que se esforzara, jamás lo alcanzaría;
por mucho que corriera, nunca llegaría;
no estaría con él, ni de noche ni de día.
por mucho que corriera, nunca llegaría;
no estaría con él, ni de noche ni de día.
Así que decidió olvidarlo.
Empezó
a andar por otras calles para no cruzárselo, dejó de saludarlo cuando
lo veía, comenzó a pensar en otras cosas cuando su imagen aparecía en su
mente. Porque ¿para qué? Si él era inalcanzable...
Se había esforzado de verdad y no le había servido de nada; no había si quiera reducido las distancias. Había
intentado ser amable, portarse bien, pedir perdón incluso cuando no
hacía falta... y a él le había dado igual; se había comportado como si
nada: inmóvil, impasible, a su bola. Y ella no podía más.
Terminaría volviéndose loca si seguía pensando en él, así que decidió verlo como una utopía; como algo imposible, inalcanzable. Y
puesto que así era él, no valía la pena el esfuerzo. ¿De qué serviría?
La distancia continuaría siendo la misma y el camino, igual de costoso. Así que optó por no ir tras él. Optó por el acto más ruin, aunque también el más sencillo: decir adiós y olvidar. Pero resultó más difícil de lo que al principio imaginaba. Muy difícil, complicado.
Noches y noches sin dormir: pensando en él. Gritos de dolor en medio de la oscuridad y llantos de angustia por su pesar, por la pena de no estar a su lado. Olvidar resultó ser demasiado difícil para ella; así que decidió dejar de pensar, parar de buscar, no existir. Decidió partir para dejar de perseguir su utopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario