tachar con típex y pintarrajear un rayajo mal hecho con boli. Eso hizo.
Creyó que así solucionaba todo, que remediaba sus errores. Pero no. Borró sus sentimientos, tachó sus recuerdos, rayó su lucidez.
Decíase
de él que era una persona correcta, inteligente y muy pensadora. Con la
mente bien abierta. Mentíase sobre aquello. Era falso, un cuento
erróneo. ¡Qué ingenuidad la de aquellos que lo admiraban por su fachada y
forma de ser en vez de mirar más allá y ver su lado oscuro! Pobres
ciegos ignorantes...
No tenían la culpa de nada, más bien se les
compadecía. En el fondo eran buenos. Pensábase que tarde o temprano
aquel extravagante hombre cambiaría de actitud, que volvería a escribir
aquello que borró, tachó y rayó. Pero no. Equivocábase también la mente
de aquella muchacha que eso pensaba. Y sin embargo, conservábase la
esperanza en aquel rincón de su mente y de su corazón por si alguna vez
la muchacha tenía razón y no seguía una falsa ilusión.
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Pobre ilusa esperanzada que no era capaz de abrir los ojos a la realidad... |
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