Resbalaba
lentamente,
recorriendo
cada centímetro de su piel
y sin
detenerse ni una sola vez.
Cálida y
envenenada,
mientras ella
estaba fría y tiritaba.
No era dolor,
sino una
mezcla de pesadumbre y malestar.
Notaba los filos cortantes en los que se había dignado devenir
y se oprimía
su cuerpo restando casi sin respiración.
Se asfixiaba
en una nube de humo,
tormento y
agua.
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