Hacía tiempo
que no acataba sus impulsos y se arrebujaba entre aquella niebla de desdicha y
compunción. Tiempo que no experimentaba aquellas bocanadas de tropiezos y
caídas. Tiempo que no se sentía tan viva dentro de su mismo óbito.
Hacía tiempo
que había optado por dejarse llevar, arrastrase a través de aquella corriente
llena de infortunio. Tiempo que había decidido penetrar en su tragedia y actuar
como todos esperaban que lo hiciese: bien. Tiempo que se había animado a no
refugiarse en frágiles excusas cada vez que le preguntaban qué tal estaba.
Hacía ya
tiempo que había cerrado bajo llave sus más íntimos recuerdos y ahora pretendía
sacarlos todos a la luz. Quería ofrecerlos al mundo de golpe, para no poder
pensarlo dos veces y arrepentirse en el último instante; pero había visto que
era imposible y que lo mejor era ir poco a poco, de más remoto a más próximo.
Había
decretado que lo mejor para calmar aquel espíritu atormentado suyo era narrar
aquel pasado que la rondaba desde el principio.
Y aquel
pasado, literalmente, quemaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario