domingo, 27 de mayo de 2012

Tu sueño, tu realidad.

Queridísima amiga:

Hace tiempo me dijiste que soñaste algo tan hermoso que tenías miedo de despertar en la cruda realidad y apreciar el dolor que te embargaba. Me rogaste que te pegara, cito textualmente, una bofetada para ver si por fin abrías tus supuestos ojos cerrados. Me suplicaste que te dijera que dejaras de hacer la "idiota" (no lo hice porque considero que no actuabas así, pero quizá tengamos definiciones totalmente adversas) y deseaste tenerme a tu lado para... desahogarte, tal vez.

Soñar no es malo, querida mía, si sabes que es un sueño. Soñar puede ser extremadamente delicioso, un dulce que te dan ganas de picotear siempre que estás aburrida y no sabes qué hacer. Soñar puede llegar a ser incluso "perfecto" (siempre y cuando creas en la perfección como algo superior y mejor formado que otro algo parecido o casi igual).

Te encontrabas tan bien en esa agradable fantasía... y aún así ansiabas que yo te espabilara, ¡no tienes remedio!

Te empeñabas, si no recuerdo mal, en que vivías una especie de mentira y en que no sabías mirar a tu alrededor para ver lo "realmente" certero: el mundo exterior. Te empecinabas en que lo hacías mal, en que te ibas a volver loca en un falso pero seductor universo. Mas, cariño, nuestros sentidos nos engañan a veces, ¿cómo podías estar segura tú de que aquello que pensabas no era, al menos, tan real como lo que yo observaba a mi alrededor? Posiblemente pudieras palpar todo aquello que pensabas y probablemente lo sentías incluso mejor que el mundo de fuera. ¿Por qué, entonces, te obcecabas en que no parabas de errar y en que debías despertar? Seguramente veías aquel sueño como algo verídico e innegable y, aún así, querías levantarte de la cama y ver el mundo tal y como era. ¿Para qué querías partir de esa utopía pudiendo permanecer un poco más hasta que se calmara el exterior? Estabas mejor ahí dentro, sin nadie que te molestase, sin preocupaciones. En un maravilloso mundo junto a aquél al que amabas. Era tu vida, tú estabas allí temporalmente y vivías otra realidad alejada del resto. No hacías nada malo... ¡Y tampoco estabas loca! Allí todo era bonito, brillante. Y tú sonreías cual niña en el día de su cumpleaños por que ya es "mayor".

Si quieres que te sea sincera, no despiertes, o al menos... no aún.

ya me contarás...


Aprovecha y vive, grita, canta, baila, ríe, salta, corre, disfruta del momento (carpe diem, como dijo un día un tal Quintus) olvídate de todo, ama y sé amada... Y, cuando vuelvas de tu viaje por tus pensamientos,




Fdo.: Saá.

PD: Suú, teé cuú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario