Por mucho que lo intentemos, los sentimientos no se pueden esconder, siempre hay algo que hace que los demás los detecten, algo que nos delata. Una fugaz mirada llena de pasión, una mueca de dolor, una sonrisa torcida y terriblemente mal escondida, una lágrima fría como el hielo... También el tono de voz con el que te relacionas con los demás, cómo tiemblas y tartamudeas al hablar delante de ciertas personas, tu respiración acelerada.
Todo el mundo supo desde el principio que te gustaba. Y todo el mundo supo desde el principio que tú le gustabas a él. Pero ninguno de los dos lo veíais (o no lo queríais ver por miedo a equivocaros) y eso que ha quedado bien claro que es muy fácil de detectar...
Nadie quiere que lean sus pensamientos, y por esa razón nadie quiere, en un principio, saber que lee los pensamientos de los demás. No obstante, una vez que uno lo acepta, ya no hay vuelta atrás, ya todo el mundo lo sabe...
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