No lo sé. Quizá. Probablemente. O igual no... Puede que sí, puede que no... Será mejor que no... ¡Tal vez!
Una ya no sabe ni lo que quiere y una lo quiere todo. Una quiere tanto, que no sabe ni por dónde empezar; y a la vez no quiere nada, porque sabe que, en el fondo, es demasiado indecisa y no sabrá qué pedir...
¿Quiero que brille el sol? Claro, todas las mañanas. ¿Quiero que llueva? Depende de dónde y con quién me encuentre. ¿Quiero ver una estrella fugaz? No, porque entonces no sabría qué desear; estamos en las mismas que antes con esa pregunta...
Por querer, se pueden querer tantas cosas... Es un verbo que conduce a la incertidumbre, a la vacilación, a la duda. ¿Quieres? Si la respuesta es: «Sí», puede dar lugar al dónde; y si la respuesta la tienes clara, puedes pasar al cuándo. También puedes seguir con el porqué, pero a veces no es necesario tener una razón clara, a veces es mejor no tener motivos, a veces es mejor querer y punto.
Si la pregunta es si quiero tenerte: Sí, quiero. Aquí y ahora.
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