Cogía un libro de la estantería del comedor, se quitaba las zapatillas,
se sentaba con las piernas juntas, dobladas y ladeadas, apoyaba su codo
izquierdo sobre el brazo del sofá y se evadía del mundo. Paseaba por
tierras medievales, visitaba ciudades futuras, caminaba por bosques
frondosos llenos de animales salvajes, conversaba con pequeños gnomos,
se casaba con príncipes arrogantes por obligación, se enamoraba de
criados obedientes que ansiaban tener coraje, dormía en templos en
ruinas, despertaba en fríos iglúes...
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