¿Te imaginas un mundo en el que no exista la
literatura? ¿Un mundo en el que no exista la escritura de ningún tipo? ¿Un
mundo en el que a nadie se le ocurra: ni hacer historia ni hacer historias, ni
plasmar los pensamientos de su sociedad ni los suyos propios, ni escribir el
día a día de un famoso ni su día a día en un diario personal? ¿Te imaginas un
mundo en el que nadie deje correr su imaginación para expresarse? ¿Un mundo,
por tanto, en el que nadie, absolutamente nadie, lea? ¿Un mundo en el que nadie
sea capaz de dejar volar su imaginación para recorrer fantásticos mundos hechos
únicamente a base de papel y lápiz? Sería un mundo sin libros, sin libretas,
sin páginas web, sin blogs, sin servicios de mensajería, sin correspondencia. A
mí me da verdaderamente miedo pensarlo.
Pues imagínate ahora si, de repente, en un mundo
en el que sí existen todas esas genialidades y maravillas, dejan de existir. Un
mundo que, habiendo saboreado las delicias mencionadas, se vuelve mudo. De
repente a aquel escritor tan famoso no se le ocurre cómo proseguir con su
trilogía; aquella anciana se queda en blanco en mitad de su poema; aquel niño
se despierta un día sin saber escribir en su diario; a aquella jovencita
enamorada no se le ocurren sentimientos para guardar...
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