martes, 1 de abril de 2014

«-Es mejor que mientas, muchacho, es mejor. Es más fácil para todos» («El regreso del peregrino», de C. S. Lewis)

Quizá, en ciertas circunstancias y con ciertas personas, sea mejor mentir. Decir que ya has quedado con otra persona y que no puedes ir; que la culpa no es suya, ni tuya, que probablemente no sea de nadie; que ya lo has olvidado, que ya no piensas en él; que estás bien, que nunca has estado mejor. Total, una pequeña mentirijilla no hace daño a nadie, ¿no?; e incluso a veces sana la angustia y la tristeza, tanto la de la persona que miente como la de la persona que escucha.

Desgraciadamente, a mí se me ha olvidado mentir, se me ha olvidado mentirle, he olvidado decirle que ya no lo necesito y que estoy perfectamente sin él, sin sus palabras, sin sus abrazos, sin sus miradas, sin sus sonrisas, sin sin guiños, sin sus besos; y así no puedo decir qué es mejor y qué es peor, solo puedo hablar de un quizá.

Y quizá a veces sea mejor mentir, para no herir los sentimientos de los demás y para salir de esa situación con el mínimo daño posible, pero quizá en realidad no lo sea, y aun así mientas.

 

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