La Real Academia Española dice que el olvido es la cesación de la memoria y del afecto que se tenía y el descuido de algo que se debía tener presente; y, teniendo en cuenta la última definición ('Descuido de algo que se debía tener presente'), he olvidado que estoy hablando ni más ni menos que ¡de la Real Academia Española! Mi intención era formular otra definición, o ampliar la que ya estuviera en el diccionario, pero por primera vez en mucho tiempo estoy de acuerdo con ella, sobre todo con su segunda acepción de «olvido» ('Cesación del afecto que se tenía').
Así pues, podemos decir que el olvido es mirar
ese sofá tan ajado y cubierto de polvo que guardaste en el trastero hace ya
tanto tiempo con sumo cuidado y no sonreír al recordar lo cómodo que era cuando
aún estaba en su auge. El olvido es quemar sin miramientos todos esos poemas
plagados de rimas y frases típicas y conocidas que te escribió el amor de tu
vida de cuando tenías aún catorce años y que no se te salten las lágrimas al
pensar en esa época en la que el amor era algo tan simple y bonito a la vez. El
olvido es rebuscar en el fondo de tu armario, coger la ropa que te obligaba a
ponerte tu padre para salir de fiesta (en los escasos días en los que te dejaba
salir por la noche) y no inundarte del odio que le tenías a esas faldas tan
largas y a esos cuellos tan altos. El olvido es coger ese cigarro aún sin
estrenar que metiste en un cajón junto con más tonterías del mismo estilo y no
ponértelo entre los labios para hacer como que fumas y reírte así de lo ingenua
que eras al pensar que ya eras toda una mujer tan solo por destrozar poco a
poco tus pulmones.
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