Tengo la sangre roja y las lágrimas transparentes, pero
los labios se me pálidos a la mínima; mi teoría es que lanzo demasiados
besos al aire (besos que se pierden por el camino y no llegan a su
destino). Además, sospecho que mi cabeza no tiene los tornillos
necesarios y ya no queda hierro para fabricar más.
Sigo
siendo experta en coger demasiado pronto corazones ajenos y nombrarlos
como propios. Los cojo con la siniestra y los engullo sin saborearlos
bien, sin llegar a decidir si el sabor es bueno o no. Al final, claro
está, siempre me dan arcadas y los termino vomitando en contra de mi
voluntad (porque yo soy así: no me gusta escupir corazones por mucho
daño que me hayan hecho).
Ahora estoy intentando
deshacerme del tuyo, pero es demasiado grande y me ha llegado muy al
fondo. Creo que se ha atascado y tardará en salir. Pero, tranquilo, te
lo devolveré.
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