domingo, 13 de julio de 2014

Me pasaba las noches desnuda en mi cama

Era siempre de noche. No sé si porque el tiempo se había detenido o porque la que se había detenido era yo, pero era siempre de noche. Además, llovía. Llovía muy fuerte. Y a veces se les escapaba algún que otro grito a las nubes, para contrarrestar los míos propios. Pero nunca había relámpagos, estaba siempre todo a oscuras.

Miraba mi móvil cada diez segundos, pero nunca recibía noticias tuyas. Es más, rara vez recibía notificaciones de algún tipo. Pensaba en escribirte yo, para que supieras que aún pensaba en ti en esas noches tan largas, pero al final no lo hacía... por miedo a que me recordaras que tú no pensabas en mí, que ya me habías olvidado...

Y me miraba a través de todas esas fotografías que me hacía. Y me miraba a través de los pequeños espejos de mi cuarto. Y me miraba a través de esos ojos marrones tuyos que mis ojos proyectaban en los pequeños espejos de mi cuarto en los que me miraba.

Y me tocaba. Me masturbaba tanto y tan fuerte que de verdad llegaba a sentir ese placer tan increíble que unos muchos alababan y otros tantos tenían como impuro. Y yo alababa mi impureza. Y gritaba muy fuerte y sudaba como nunca y me temblaba todo. Y me encantaba.

Luego me paraba a pensarte. Miraba mis muslos desnudos y me preguntaba por qué no estabas aquí conmigo, mirándomelos, tocándomelos, besándomelos... mirándome, tocándome, besándome. Y lloraba. Lloraba tan fuerte que casi ni se oía la lluvia que golpeaba la ventana cerrada. Y volvía a temblar, pero esta vez de frío, de tristeza, de miedo.
Me pasaba las horas desnuda en mi cama. Con la cara y la entrepierna mojadas. Pensando en ti y esperando tu llegada. Viviendo en la patética melancolía de la noche.

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