martes, 12 de agosto de 2014

(Este iba a ser el prólogo)

Te he escrito tantas veces que ya me sé tu cuerpo de memoria. Conozco de sobra el tacto de tus muslos, el número exacto de lunares que coleccionas en la espalda y cuánto peso son capaces de levantar tus brazos. El color de tus ojos, la ausencia de tu vello corporal, por qué no puedes cerar del todo tu mano izquierda. Incluso tu nombre. Como si existieras...

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