viernes, 3 de octubre de 2014

(Des)amor I

Por aquel entonces aún eran unos críos. Tenían horario de llegada a casa, obedecían sin rechistar a sus padres y admiraban ciegamente a los más mayores pensando que algún día serían como ellos.

Lizy no era más que una joven de ojos verdes con gafas de pasta y melena castaña. Era muy inteligente y siempre hacía los deberes; además, sacaba muy buenas notas sin necesidad de pasarse el día estudiando. Le gustaba bailar, ir de compras y salir con sus amigas en las fiestas de su pueblo. Solía vestir con tops que enseñaban el ombligo, con zapatos de poco tacón y muy corta, tanto que hasta los chicos mayores la miraban y piropeaban (cosa que le agradaba bastante, todo sea dicho, porque la hacía sentir única y especial). Su mayor defecto era que, todavía, era demasiado inocente en algunos aspectos.

Neo, por su parte, era un chico de ojos marrones y de cabello largo y moreno, un poco más alto que Lizy. No era tan inteligente ni responsable a la hora de hacer sus tareas y tampoco estudiaba mucho, por lo que no sacaba tan buenas notas. A él le gustaban más los videojuegos y las series animadas; solía jugar a partidas online con sus amigos y salía muy poco al exterior. Vestía siempre de chándal, chándales tan y tan anchos que escondían su cuerpo. Su mayor defecto era que, todavía y al igual que Lizy, era demasiado inocente en algunos aspectos.

Ambos parecían bastante opuestos, y en lo único en lo que coincidían era en su inocencia, que era cosa, exclusivamente, de la escasa edad. No obstante, y fruto de la presión social y la curiosidad que sentían el uno por el otro, decidieron ir más allá y conocerse mejor.

Él descubrió que a Lizy le gustaba todo tipo de música menos el heavy metal, que quería ser profesora, que su número favorito era el 8 (por sus curvas) y que le encantaba el rosa (aunque eso no era precisamente un misterio).

Y ella descubrió que a Neo le apasionaba la música y que sabía tocar el piano, la guitarra eléctrica y la española, el bajo y (algo muy común entre los pequeños) la flauta dulce. Sin embargo, Lizy estaba segura de que se le había olvidado mencionar algún que otro instrumento como, por ejemplo, la batería.

Poco a poco se empezaron a gustar, pero el sentimiento no fue a más y todo se quedó en una breve y tranquila historia de “amor” en la que él se sentía todo un caballero por acompañarla a casa y ella se sentía toda una princesa por haber captado su atención.

Eran niños jugando a ser mayores.

Ella le daba tímidos besos en sus sonrojadas mejillas y, en ocasiones, breves besos en los labios; lo abrazaba con fuerza, como si no hubiera mañana, y le sonreía alegremente y sin pensar.

Él la llevaba de la mano a lugares que ella no conocía, lugares donde el sol parecía brillar solo para ellos dos, lugares en los que el viento soplaba tan suavemente y los envolvía con tanta ternura que parecía crear una especie de escena romántica… lugares en los que más tarde paseó con su nueva musa y en los que, seguramente, ya había paseado con su musa anterior.

Qué sentía realmente Neo cuando estaba con Lizy era un verdadero enigma; pero ella, con el tiempo, comenzó a distanciarse cada vez más y más. El juego había durado demasiado. Había abierto los ojos y había visto que no tenían edad para entablar ningún tipo de relación seria. Ella necesitaba respirar, ver mundo, conocer gente y sentirse mayor (solo era una excusa, claro, pero era lo que de verdad quería). No estaba cómoda estando a su lado y terminó por odiarlo de manera irracional.

Game over… eso fue lo que ocurrió.

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