jueves, 9 de octubre de 2014

(Des)amor II


Neo era claramente un inmaduro: antepuso su rabia puntual a todo un curso de estudios solo para no volver a Lizy, cosa bastante imposible a largo plazo, pero totalmente efectiva durante un breve período de tiempo.

Neo crecía lentamente, como siempre, tan lentamente que pronto añoró aquel delicioso juego de adultos en el que había participado hacía apenas un año. Necesitaba volver a sentirse mayor, volver a saborear otros labios, volver a rellenar esa fría ausencia que lo acompañaba; necesitaba a otra Lizy que no fuera tan independiente. Necesitaba a Renée.

Renée era una muchacha rubia de cabellos largos y sedosos, muy lisos. Tenía los ojos castaños y le encantaba maquillárselos a diario (el maquillaje le hacía un poco cara de adulta). No era muy estudiosa y prefería pasar el tiempo mirando series en Internet, el mismo tipo de series que gustaban a Neo. Vestía de manera uniforme: con leggings y camisas anchas complementándose con guantes y/o gorros. Además, le apasionaba la música, aunque no sabía, aún, tocar ningún instrumento. Parecía la chica ideal para Neo; realmente lo parecía.

Neo optó por acercarse a ella para conocerla mejor. Descubrieron que ambos habían ya vivido más de una historia de amor (bueno, “amor”…) y que deseaban más. Supieron entonces de sus parecidos, de sus aficiones en común y de sus deseos conjuntos. De repente, se habían acercado tanto que hasta caminaban juntos cogidos de la mano.

Ella lo deleitaba con apasionados besos en los labios y unos pocos en las mejillas; lo acariciaba con decisión y le hacía sentir todo un adulto sabedor del mundo del deseo. Le susurraba que no había otro igual en ese mundo, que él era único, que era todo un dios.

Él la llevaba a lugares únicos, lugares en los que el sol los contemplaba con dulzura, lugares en los que el viento recreaba tiernas melodías para sus refinados oídos… lugares en los que Neo había llevado ya a demasiadas doncellas de la mano, pero no importaba, ya que Renée viviría siempre en la ignorancia y jamás lo sabría.

Parecían felices, y así creían vivir. Pero su felicidad no duró mucho tiempo.

Neo se dio cuenta en seguida de que no era eso lo que quería, se dio cuenta de que ella no era pura, de que era una embustera y escondía sus oscuros secretos. Él aún era demasiado niño como para concebir tales mentiras.

Renée lo había engañado desde el principio, ¡y aún se extrañaba de que él le dejara de dirigir la palabra! ¡Se hacía la tonta! Renée había estado jugando a dos bandas, había estado murmurando a dos orejas distintas, había estado besando dos labios diferentes.

Neo decidió tomarse un tiempo para recapacitar acerca de lo que realmente quería.

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