miércoles, 29 de octubre de 2014

Y por eso nunca nadie nada

y tú siempre todo y claro, joder...

Quiero escribirte más de siete mil millones de canciones; una por cada persona en el mundo que no tendrá la suerte de mirarte a los ojos como yo te miro. Más de ciento noventa y cuatro libros de ciencia ficción-fantasía; uno por cada país del planeta que no tendrá la suficiente inteligencia como para proclamarte su líder. Más de cinco mil quinientos millones de poemas con rima consonante; uno por cada año que le queda de vida al sol, que jamás logrará calentarte tanto como me calienta a mí tu increíble sonrisa. Y más de cuatro mil quinientos veintisiete millones de mensajes al día; uno por cada año de la luna, que, por más que haga subir la marea, nunca nunca nunca hará que el mar bañe la tierra tanto como tú haces que moje mis bragas sin necesidad de tocarme. Pero no tengo ni puta idea de cómo hacerlo; y por eso, al intentarlo, me he cortado con el papel.

Como cuando me dirigí toda borracha al cajón de las cuchillas y no atinaba ni una (o la cuchilla no cortaba, a saber). Terminé con las manos ensangrentadas y dolor en la muñeca para rato. Por poco roto. Porque siempre me ha fascinado la sangre propia en las manos y nunca antes había tenido la oportunidad de tocarla porque nunca nadie antes me había provocado estas ganas que me provocas tú de abrirme el pecho de par en par y arrancarme el corazón para metértelo a la fuerza por la boca.

Y también por eso, al ver que no dejaba de sangrar, se me ha agravado el dolor de cabeza y he ido a ver si había algún ibuprofeno esperándome ansioso por ahí.

Como cuando fui al baño llorando toda decidida a morirme de sobredosis y solo había aspirinas. ¿Aspirinas para qué? Si ya me había acostumbrado a este dolor de cabeza... Pero, aunque me hubiera habituado, nunca antes me había gustado que me doliera porque nunca nadie antes había tenido una voz tan bonita como la que tienes tú para tranquilizarme.

Y por supuesto que también por eso, al haberme tomado esas pastillas que dicen que son para todo pero que en realidad no curan una mierda, me ha empezado a arder el estómago.

Como cuando, habiendo ya dejado de fumar, me encendí un cigarro en el cuarto de baño solo para apagármelo en la muñeca de las cicatrices y saber lo que se sentía cuando jugabas con fuego. Que nunca antes lo había probado porque nunca nadie antes me había encendido tanto como me enciendes tú ahora.

Y finalmente por eso, al ardor de estómago le he sumado el ardor de las botellas; porque me deprime no saber hacer lo que más me gusta y porque beber hace que me olvide de que me deprime no saber hacer lo que más me gusta.

Como cuando estaba tan deprimida que me emborraché sobremanera en la puerta de la discoteca y perdí una noche de mi vida. Una noche de la que ni loca te voy a hablar por escrito; que hay cosas que, por mucho que me joda, es mejor hablar cara a cara. Pero lo que sí que te diré es que nunca nunca nunca antes había cogido tanta confianza en alguien sin necesidad de emborracharme primero con dicho alguien.

Que, si te hubiera conocido antes, no habría necesitado nunca ni hojas afiladas ni pastillas sin prospecto ni cigarros afortunados ni alcohol de garrafón. Que tú eres todo en uno. Lo mejor de cada cosa. Y que por eso te quiero amo escribo tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario