y tú siempre todo y claro, joder...
Quiero escribirte más de siete mil millones de canciones; una por cada
persona en el mundo que no tendrá la suerte de mirarte a los ojos como
yo te miro. Más de ciento noventa y cuatro libros de ciencia
ficción-fantasía; uno por cada país del planeta que no tendrá la
suficiente inteligencia como para proclamarte su líder. Más de cinco mil
quinientos millones de poemas con rima consonante; uno por cada año que
le queda de vida al sol, que jamás logrará calentarte tanto como me
calienta a mí tu increíble sonrisa. Y más de cuatro mil quinientos
veintisiete millones de mensajes al día; uno por cada año de la luna,
que, por más que haga subir la marea, nunca nunca nunca hará que el mar
bañe la tierra tanto como tú haces que moje mis bragas sin necesidad de
tocarme. Pero no tengo ni puta idea de cómo hacerlo; y por eso, al
intentarlo, me he cortado con el papel.
Como cuando me dirigí toda borracha al cajón de las cuchillas y no
atinaba ni una (o la cuchilla no cortaba, a saber). Terminé con las
manos ensangrentadas y dolor en la muñeca para rato. Por poco roto.
Porque siempre me ha fascinado la sangre propia en las manos y nunca
antes había tenido la oportunidad de tocarla porque nunca nadie antes me
había provocado estas ganas que me provocas tú de abrirme el pecho de
par en par y arrancarme el corazón para metértelo a la fuerza por la
boca.
Y también por eso, al ver que no dejaba de sangrar, se me ha agravado el
dolor de cabeza y he ido a ver si había algún ibuprofeno esperándome
ansioso por ahí.
Como cuando fui al baño llorando toda decidida a morirme de sobredosis y
solo había aspirinas. ¿Aspirinas para qué? Si ya me había acostumbrado a
este dolor de cabeza... Pero, aunque me hubiera habituado, nunca antes
me había gustado que me doliera porque nunca nadie antes había tenido
una voz tan bonita como la que tienes tú para tranquilizarme.
Y por supuesto que también por eso, al haberme tomado esas pastillas que
dicen que son para todo pero que en realidad no curan una mierda, me ha
empezado a arder el estómago.
Como cuando, habiendo ya dejado de fumar, me encendí un cigarro en el
cuarto de baño solo para apagármelo en la muñeca de las cicatrices y
saber lo que se sentía cuando jugabas con fuego. Que nunca antes lo
había probado porque nunca nadie antes me había encendido tanto como me
enciendes tú ahora.
Y finalmente por eso, al ardor de estómago le he sumado el ardor de las
botellas; porque me deprime no saber hacer lo que más me gusta y porque
beber hace que me olvide de que me deprime no saber hacer lo que más me
gusta.
Como cuando estaba tan deprimida que me emborraché sobremanera en la
puerta de la discoteca y perdí una noche de mi vida. Una noche de la que
ni loca te voy a hablar por escrito; que hay cosas que, por mucho que
me joda, es mejor hablar cara a cara. Pero lo que sí que te diré es que
nunca nunca nunca antes había cogido tanta confianza en alguien sin necesidad de emborracharme primero con dicho alguien.
Que, si te hubiera conocido antes, no habría necesitado nunca ni hojas
afiladas ni pastillas sin prospecto ni cigarros afortunados ni alcohol
de garrafón. Que tú eres todo en uno. Lo mejor de cada cosa. Y que por
eso te quiero amo escribo tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario