Amaneció antes de lo normal, siempre y cuando amanezca
cuando yo me levanto; si no no: amaneció a la hora de siempre. A las
seis y media en punto yo ya estaba terminando de desayunar; vestida,
coleta hecha y con lentillas; sólo me faltaba ponerme los zapatos. A las
siete menos cinco estaba subiendo al autobús. Y allí estaba él.
Hacía
mucho tiempo que no nos veíamos y habría apostado todo a que no me
reconocería. Habría ganado: no me reconoció. Seguía tan guapo como en
unos veranos atrás. Y tan joven. Con una sonrisa que le provocaban a una
hacer un uso más consecutivo del transporte público. Con una
conducción impecable. Y además le quedaba muy bien el uniforme.
Yo
me senté en la parte de detrás, en las ventanas de la derecha; allí
donde mi campo de visión abarcaba la carretera y las dos puertas del
autobús. Me senté en el sitio de siempre.
Subió
entonces un hombre de unos treinta y cinco años de edad con mirada de
niño y sonrisa de anciano. A mí los hombres con traje siempre me han
parecido atractivos, pero es que éste se llevaba la palma. Camisa blanca
impoluta; chaqueta, pantalón y corbata gris marengo; y mocasines de
color indefinido que combinaba muy bien con todo lo demás. Con su mano
izquierda sujetaba un maletín negro lleno, seguramente, de documentos
importantes de su trabajo y con su derecha de sujetaba a la barandilla.
Se quedó de pie en el sitio de siempre.
Me
hizo pensar en la universidad y no pude evitar fijarme en el chico que
andaba por la calle dirección al metro. Puños y mandíbula apretados,
grandes y veloces zancadas, vestido informal y con una mochila azul a
cuestas; me pregunté (y me sigo preguntando) si esa sería la impresión
que yo daba a los demás cuando me dirigía a clase: tan enfadada.
Enfadada como aquella madre que arrastraba a sus dos hijos gemelos por
la boca del metro para subir al transporte e ir a la escuela. Los niños,
como es normal, no querían ir al cole. Como tampoco querían ir a
trabajar las señoras que bajaron en la misma parada en la que me bajé yo
(señoras que ya estaban casi para jubilarse, como la mayoría de mis
profesores).
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