Lo confieso: hoy he bebido de menos.
La verdad es que para ser Nochebuena no ha ido mal del todo. Excepto al
final, cuando me he dado cuenta de que no estaba lo suficientemente
borracha como para que no me importara que no contestaras a mis
llamadas. Así que al final no te he llamado. Por teléfono.
Es de lo único de lo que me arrepiento. Y de no estar a tu lado, de no ser de otra manera y de existir, claro.
Pero bueno, el caso es que he cantado demasiados villancicos inventados,
he sonreído lo suficiente como para sentirme rara y he comido muy poco
turrón para lo poco que follo. Al final me ha entrado tanto frío que no
ha valido la pena ni imaginarte desnudo. Aunque también es verdad que
habría sido un poco raro ponerme cachonda delante de dieciséis
familiares cercanos.
Quizá no tenga espíritu navideño ni nada parecido, pero sé llorar sobre la cama de cuatro formas distintas a la vez y eso debería contar para algo.
La próxima vez que te llame,
procuraré pensar más alto.
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