martes, 16 de diciembre de 2014

Lingua, linguae

¿Qué coño sabrá el francés
de lo que es la sensualidad
si sólo sabe besar
con la boca cerrada?

O ¿qué sabrá el italiano
de lo que es la música
si siempre acaba bailando
las mismas canciones?

¿Y el inglés?,
o el rumano y el finés,
¿qué sabrán ellos de lo que es realmente sexy
si ni ellos mismos se entienden?

¿Qué cojones sabrá el alemán
de lo que es la fuerza
si sólo la usa para vencer
y nunca se ha muerto por nadie?

O ¿qué sabrá el español
de la abundancia o simplemente de la cantidad
si nunca le parece suficiente
y siempre acaba teniendo demasiado?

¿Y el chino o el japonés?,
o muchos otros idiomas,
¿qué sabrán ellos de lo que es exótico
si nunca te han visitado?

Ninguno de ellos ha tenido
la suerte de pisar tu boca
y hablar la lengua en que se comunican
nuestros músculos bucales.

No te han oído gemir
al compás de tus latidos
y no te han llegado a bailar
como una gogó entre los dientes.

¡¿Qué sabrán aquellos?!,
que usan la lengua para hablar
en vez de comunicarse como nosotros,
que no paramos de follar.

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