Sol
brillante, cielo despejado, nada de brisa. Susurros entre las flores, mariposas
preparadas para colorear la primavera, pájaros a punto de alzar el vuelo… Un
día perfecto. Un día perfecto y un camino a seguir; un camino recto, sin
torceduras. Y él sigue andando.
Anda porque debe llegar hasta el final del camino, donde ella lo espera impaciente y con una de sus mejores sonrisas. Pero el camino se divide: se divide en dos. Una vía diestra, alegre, donde brilla más el sol; un camino rápido y seguro al final del cual se encuentra ella, esperándolo, impaciente y feliz. Y una vía más siniestra, de semblante alegre y tranquilo; un camino con apariencia inofensiva, pero con un fondo triste y oscuro.
Anda porque debe llegar hasta el final del camino, donde ella lo espera impaciente y con una de sus mejores sonrisas. Pero el camino se divide: se divide en dos. Una vía diestra, alegre, donde brilla más el sol; un camino rápido y seguro al final del cual se encuentra ella, esperándolo, impaciente y feliz. Y una vía más siniestra, de semblante alegre y tranquilo; un camino con apariencia inofensiva, pero con un fondo triste y oscuro.
Giró a la
izquierda. Él giró a la izquierda. Decidió ir por la vía equivocada, sin saber
a dónde lo llevaría.
Siguió avanzando
sin mirar atrás, viendo cómo la luz se apagaba, notando el frío en su piel...
Y ella notó
ese frío. Ella notó el frío en su piel…
y supo que
la espera no valía la pena.
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