Se lo tragó la oscuridad.
Hacía ya tiempo que había roto su promesa; hacía ya tiempo que no recibía noticias suyas.
¿Dónde estaba? Nadie lo sabía. ¿Qué ocuría? A nadie le importaba. ¿Cuándo partió? Quizá nada más concluír su conversación y quizá ya había partido cuando hablaron en la lejanía. ¿Por
qué no escribió? Tal vez no tuviera ganas de hacerlo, tal vez ella no
le importara lo más mínimo y tal vez hubiera decidido marchar.
Había roto su promesa. Y ella se engañaba a sí misma pensando que tal vez, sólo tal vez, el volviera. Para hacerla feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario