Tergiversaba sus palabras según la consistencia de éstas, según la entonación con la que él hablaba, según el entorno que los rodeaba.
Dijo
que algún día; mas ella sabía que sería nunca. Dijo que sí, que estaba
seguro; y ella comprendió que sus palabras eran un no.
¿Quién le
mandaba a ella creer esos vocablos que salían constantemente de su boca?
Nadie; y por tanto no debía creer en todo lo que él decía. Debía pensar
en ella misma y no dejarse llevar por falsos cuentos de trágicos
finales en los que el argumento era una mezcla de comedia por parte de
él y drama por parte de ella.
¿Las tergiversaba? No. Solo leía entre líneas. Leía lo que realmente le decía. Advertía el engaño que sus frases y oraciones escondían.
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