No era un goteo extenso, aunque sí constante. Ya
no había dolor; era inmune a ese sentimiento. Tan solo había
indiferencia y un vago recuerdo de unos días que la confundieron y
engañaron vilmente.
¿Aquellas extravagantes nubes? ¿Las luminosas estrellas? ¿Esas horas tan tardías? ¿Qué
fue exactamente? Quién sabe... Pero el resultado estaba claro: un
precioso instante rápido cual estrella fugaz más siglos de llantos y
lamentos tormentosos por no saber actuar.
¿Mentiras? ¿Engaños? ¿Tal vez una estafa? Por supuesto. Siempre los hay. ¿Algo real? El final: un acabado frío con un dramático toque que lo hace más duro aún y más triste.
No entendía nada. ¿Qué
pretendía con aquello? ¿Acaso quería volver al pasado y rectificar sus
errores? ¿Deseaba realmente olvidar y empezar de cero? ¿Ansiaba una nueva vida o una igual que la anterior? ¿Fue verdadero o tan solo lo hizo por hacer, por puro placer? Tal vez no supiera siquiera él la respuesta...
Esas palabras se le clavaron como cuchillos en el corazón; y había hecho bien al escucharlas. Nadie
tiene que sentirse culpable por abrir los ojos a las personas que
realmente le importan. Nadie. Y ese día ella había abierto los ojos
gracias a otra persona, una verdadera amiga que se preocupaba por los de
su entorno.
¿Y ahora? Borrar, olvidar y pensar. Pero
¿qué pensaba? Que se había comportado de una forma realmente estúpida y
no merecía seguir fingiendo una vida de lujo y alegría cuando su
verdadero yo estaba sufriendo.
Se arrepentía. De todo. O tal vez de nada. No lo sabía. No le importaba.
Sangraba. Sentada en el claro suelo manchado de tinta roja. Resplandeciente el filo cortante que yacía a su lado. Sangraba. Marchitaba su cuerpo y sus suspiros cesaban. Sangraba. Sangraba y lloraba. Porque ella así lo había querido. ¿Y su alma? Se esfumaba.
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