Él giró a la izquierda; ella siguió todo recto. Él se topó con una acogedora posada donde dormir; ella pasó la noche bajo el iluminado cielo de ojos expectantes. Él encontró una cálida compañía; ella, fría oscuridad.
En menos que canta un gallo, en un abrir y cerrar de ojos, a la velocidad de la luz. Fue tan rápido que ni se inmutaron. De repente cada uno iba por un camino distinto.
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