miércoles, 30 de noviembre de 2011

Había alguien enfrente

Extinguió la cálida pira responsable de disgregar sus cenizas y volvió aquel señero y místico ser a encontrarse envuelto de oscuridad, abrazado tan sólo por el gélido viento y circunvalado por los gritos de aquel lóbrego bosque.

Tiritaba.

Tal vez ese álgido aire no llegara a congelarlo todo, mas su propio ser lo amedrentaba: temía verse reflejado en aquellas tierras.

El esférico foco de la colosal bóveda celeste le hacía ver que no estaba solo. Y a su vez, le hacía comprender que la soledad lo acompañaba.

En ese húmedo terreno había alguien observándolo. Era otro ser igual que él, místico y solitario, que lo miraba firme y rígidamente, sin pestañear. Incluso quizá pestañeara, pero él, tan asustado como estaba, no lo advertía.

Deseaba cerrar los ojos y encender la hoguera; continuar con el ritual y consumirse con las llamas. No obstante, sus quemaduras lo aleccionaban para no reiterar aquel ruin acto de cobardía, así que debía ignorar sus deseos y mirar al frente, donde estaba ella, el otro ser, oteándolo fría y severamente.

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