martes, 10 de abril de 2012

Día gris



No era más que un día gris. Uno de tantos. El sol resplandecía, pero no le llegaba la luz. El viento soplaba con fuerza, pero no lograba despertarla. Sólo habladurías llenaban su cabeza de sonidos incesantes.

Un «quizá”» no bastaba. Un «tal vez» no significaba nada. Un «puede» no calmaba su sed. Necesitaba más. Algo seguro a lo que aferrarse. Precisaba de algo sólido. Una certeza. Aunque ésta la dañara, la prefería ante las mentiras piadosas que no había hecho más que escuchar y que la fragmentaban poco a poco.

Se había ido. Es más, ni siquiera se había dignado aparecer por su vida. Se había llevado su esperanza. Había robado su vana ilusión con esas falacias y esa mirada de culpabilidad. Sólo quedaba lamentarse y pensar; lamentarse y pensar.

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