Su supuesta cordura la hacía actuar de forma irracional y contraria a como antaño le habían enseñado. ¿Acaso era cierto? ¿Estaba dispuesta? No, supongo que no... Mas ¿qué otra cosa iba a hacer? Reflexionar, tal vez, y no moverse del sitio hasta pensar con claridad. Sin embargo, tampoco sabía qué pensar. Y ya no importaba, pues, aunque tarde, se extinguiría ese sentimiento irracional, ese pensamiento ilógico que la hacía actuar de una forma un tanto disparatada, absurda e inverosímil; y flamearía la razón, la cordura, aquella aliada suya de antaño que, en el fondo, nunca se alejó.
μισέω ελληνικά.
No hay comentarios:
Publicar un comentario