Y ¿qué me dices de la tristeza? ¿Algo que te hace
sentir mal, que te hace llorar y que no te agrada? Quizá. ¿Una persona, un bien
material o algo espiritual? Puede.
La tristeza también puede ser muchas cosas. La
tristeza puede ser incluso lo mismo que la felicidad, solo que en ocasiones
distintas y con sensaciones contrarias.
La tristeza puede ser abrazar dulcemente a una persona
y que esta no te devuelva el abrazo; e incluso puede ser abrazar a una persona
mientras esta duerme plácidamente y saber que, cuando despierte, vas a tener
que marchar porque ya no eres bienvenido entre sus brazos.
La tristeza puede ser despertarse un miércoles por la
mañana, con sueño acumulado, para ir a trabajar; e incluso puede ser
despertarse un domingo por la mañana y no poder apagar el despertador para
dormir una hora más porque tienes que hacer cosas importantes.
La tristeza puede ser leer un libro que no te gusta
por obligación; e incluso puede ser leer un libro por sexta vez y no acordarte,
por muchas vueltas que le des, ni del nombre del protagonista.
La tristeza puede ser limpiar todos los días porque, a
pesar de haber más gente en esa misma casa, nadie más lo hace; e incluso puede
ser que, al sentirte útil mientras friegas, se te caiga un vaso al suelo y se
te rompa…
La tristeza ya no se parece en nada al carpe diem:
la tristeza te impide centrarte y aprovechar bien lo que estás haciendo en ese
momento y, por supuesto, no te deja sentirte a gusto por ello. La tristeza es
negar el presente y darle demasiadas vueltas a todo, pensar más de lo
necesario, comerte el coco sin motivos…
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