viernes, 2 de mayo de 2014

Alergias de mayo

El calendario está torcido, y con ello quiere que pase de mes. La esquina del mes de abril permanece doblada y quieta, esperando para morir con un gesto de mi mano. Al mismo tiempo calla confusa y la oigo pensar: «¿Dónde está la sangre alterada? ¿Acaso la primavera no ha tocado aún tu tinte rojo?». Ladeo la cabeza y, para mi sorpresa, el calendario ya no se ve torcido; así callo las quejas de la esquina de abril, esperando que las hojas de mayo tengan más respeto conmigo.

Las flores ya comenzaron a olerse desde hace tiempo, desde antes del uno de mayo, como intentando tentar a la suerte y hacer que añore un mes que aún no comienza, al menos como quisiera. Vuelvo a mirar el calendario y contemplo cómo se esfuma el mes lluvioso para dejar entrar a la alergia. Alergia a las plantas, alergia a los bichos, alergia al aire, alergia al amor...

Escucho de fondo los anuncios inútiles, los programas sin sentido, el televisor a todo volumen. Estornudo y presiento que ya ha empezado: tan pronto como había llegado el mes de mayo, llegaban los recuerdos y las vivencias del pasado.

En la televisión se ríen. Alguien ha dicho algo gracioso, o alguien se ha caído, o simplemente alguien a respirado y a los guionistas les ha parecido genial destapar la lata de las risas innecesarias. Contemplan los ojos la caja tonta y no se extrañan de que la llamen así. Yo reviviendo algo serio y triste y ellos riéndose de mí.

Me siento como un poeta abandonado entre sus letras, la Donna Angelicata de Dante se burla de mí con sus demonios, ignorando que los míos ya lo hacen constantemente. ¿Me tocará vivir ese sufrimiento día a día? Cojo un papel de la estantería del fondo, me apoyo en la mesa y la tinta sale de su pluma, despacio, como quien no quiere salir temprano de la cama un lunes por la mañana.

Mi mano izquierda se enfurece y aprieta su puño clavando las uñas sobre su palma mientras contempla cómo la mano derecha danza sin parar sobre el papel. ¿Cómo puede la tristeza que claramente emana ponerla tan contenta? ¿Acaso no es consciente de que el pasado es pasado precisamente porque la echó a patadas? De los ojos también cae la tinta, pero esta tiene otro color y consistencia.

La tinta que sale de mis ojos es salada y con traumas dulces y amargos; creo que la llaman «lágrimas», o algo así... Mi mente me engaña, me mareo y, sin poder remediarlo, pulso la tecla de «stop» a mis pensamientos.

Pero mi mano sigue danzando. Ya no sé si de verdad es mía o es de mi yo pasada. Me entra la risa de repente. Me levanto de súbito para comprobar que tanto la puerta como las ventanas están cerradas y me pongo a llorar con la cara entre las manos. Debe de ser cosa de la alergia. Alergia por el pasado.



Con la colaboración de Liney (Twitter).

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