Aún me quedan
veintidós meses
para olvidarte;
unas cuarenta y
tres semanas de
llorarte mucho
justo antes de que
pueda al fin decir:
«No sé quién eres».
Aún me quedan
veintidós meses
para dejarte
marchar muy lejos
de mi persona,
de mi cabeza,
de mi estómago,
de mis lágrimas
y de mis manos.
Aún me quedan
unos seiscientos
sesenta y siete
días para al fin
sentirme libre
de tu persona
y para dejar
de intentar versar
acerca de ti.
Aún me quedan
unos seiscientos
sesenta y siete
días para al fin
poder terminar
con todo esto,
con todo aquello,
con nuestra vida
de mi cabeza...
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