sábado, 29 de noviembre de 2014

ÉL

Hace un frío descomunal. Lo que ya no sé es si lo hace fuera en la calle porque es casi invierno o dentro de su cuerpo. También llueve, pero tampoco sabría ubicar dónde exactamente. Probablemente él ni sienta frío ni se esté mojando, así que sería de suponer que sólo ocurre en su cuerpo, que su corazón está bajo cero y que sus ojos son nubarrones.

Mientras ella escribe sintiendo la lluvia anegar su rostro, él habla con el amor de su vida, que aún no sé quién es, pero que ya la envidio como jamás he envidiado a nadie en la vida.

Ella      que es capaz de hacerlo feliz.
Que con sólo una mirada es capaz de saber qué piensa y que no piensa en otra cosa sino en ella.
Que tiene el privilegio de poder abrazarlo todos los días.
Ella      qué se siente amada. Que es amada.
Ella      que será feliz por el resto de sus días junto a él.
Que disfrutará de su calidad compañía todos los días del año de todos los años que lleguen a partir de ahora.
Que no se separará de él jamás de los jamases.
Que ya conoce el compás de sus latidos y que ya se sabe de memoria el vals que lo acompaña.
Ella      que respira a su lado.
Ella      que respira su aire.
Ella      que lo respira cada segundo que pasa.
Ella.
¡Qué envidia!
Ella      que no es ella ni soy yo, sino ella.
Ella      que nos ha arrebatado a M. Ella que se lo ha ganado a pulso. Ella que ha sabido estar con él.
Ella      que me ha matado sin conocerme.
Ella      que ha instigado mi suicidio.
Ella      que no soy yo.

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