No dejaba de llorar, y tampoco pensaba dejar de hacerlo.
Lo había pasado fatal; le había roto el corazón en mil pedazos, sin piedad, como si hubiera usado un afilado cuchillo de frío y oxidado metal.
Lloraba y lloraba desconsoladamente.
Sólo necesitaba un abrazo, su abrazo, mas no venía a dárselo... No pensaba en ella, no era consciente de lo que había hecho; o, al menos, no quería ser consciente de ello.
Tamblaba. Estaba empapada por sus lágrimas, lágrimas derramadas por alguien que no merecía la pena; pero, al fin y al cabo, lágrimas; lágrimas de dolor, un dolor que ardía, un dolor que se sentía en el pecho.
Quería estar sola; quería que alguien la abrazara. Quería calla; quería gritar, contárselo a alguien. Quería quedarse tumbada en ese rígido y helado suelo, seguir sintiendo eres frío que tanto le gustaba; quería echar a correr y no volver...
No dejaba de llorar, y así no podía pensar con claridad.
Él ya no la quería, la había dejado de sentir, de amar. Ella quería poder hacer lo mismo, pero era complicado. Cada vez lo añoraba más y más y era difícil dejar de llorar.
Quería sucumbir, abandonar ese cruel y oscuro mundo e irse lejos; mezclarse con las nubes, convertirse en una brillante estrella, volar con el viento...
Había sonreído; había sonreído con esa última idea: la idea de volar.
Ya no lloraba tanto, había logrado encontrar algo que le gustara más que estar con él: ser aire, desaparecer con la brisa, volar con el viento...
Estaba decidida; no temblaba, no lloraba. Incluso había dejado de pensar.
Echó a correr, sin parar, escaleras arriba, ascendiendo cada vez más y más. No tropezaba, no frenaba. Estaba completamente decidida.
Nunca había estado tan segura de nada.
Pasó por la puerta, la habían dejado abierta, debía de haber alguien fuera; daba igual, no la vería.
No estaba cansada de subir los peldaños, más bien al contrario, estaba muy animada. El corazón le latía con fuerza, se sentía viva. Su respiración era agitada a causa de la emoción.
Iba a ser aire. Iba a desaparecer con la brisa. Iba a volar con el viento...
No tenía miedo. Corría y reía, sin parar, con un único pensamiento: volar con el viento...
Y saltó.
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