Eran las
doce en punto y ambas se encontraban esperando en la puerta. Habían decidido ir
directamente a la principal, nada de puertas traseras; no les importaba el
peligro, no lo temían, podían con todo.
Pasaban ya
tres minutos de medianoche y ella seguía sin presentarse. Habían quedado las
tres para comer; pero, al parecer, Enriqueta no tenía pensado acudir.
Caminaron
hacia la puerta de atrás, quizá ella estuviese allí. Nada, no estaba. Tal vez
sospechara de ellas, tal vez supiera que Sara y Liney no solo iban a beber del
banco de sangre sino que también se la iban a comer a ella. No podían
permitirlo, Enriqueta sabía demasiado y tenía que morir.
Eran ya y
cuarto, así que entraron y cenaron. Que no estuviera con ellas el plato
principal no significaba que estuvieran dispuestas a morirse, por así decirlo,
de hambre.
Estaba tan y
tan fresca... Cada tipo de sangre sabía diferente. La 0 positiva era la más
común que había y, por tanto, no tenía el mismo valor que la AB negativa. Esta
tenía un fresco y adictivo sabor que hacía que quisieran más y más y más...
Pero, al no ser tan común, se acababa antes.
Cuando
estuvieron satisfechas decidieron marchar. Eran casi la una y media. No sabían
si ir cada una a su casa o hacerle una visita a Enriqueta. Seguramente esta
preveía la visita de las vampiresas y estaba alerta; y ellas dos no querían
complacerla yendo a su casa y dándole la razón respecto a sus augurios. Si iban
a su casa tenía que ser en otro momento, cuando Enriqueta no se lo esperara.
Acabaron
marchando a casa; satisfechas, felices, empachadas, llenas de sangre, con ganas
de volver otra noche.
Enriqueta
pasó la noche en vela.
(La segunda parte la hizo Liney; y, si no hay segunda, no vale la pena publicar la tercera parte).
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