Fue
increíble la rapidez y, sobre todo, facilidad con la que rompió su corazón;
increíble la frialdad que regía en su interior; increíble su malévola sonrisa;
increíbles esos ojos suyos tan desquiciados mirándola fijamente; e increíble el
triste resultado: el incontrolable lloro de una inocente muchacha.
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