A pesar del calor que hacía en la calle, tenía frío.
Estaba sentada en el suelo, pensando, imaginando un mundo mejor. Pensaba en él, en cómo se comportaría tras saber la verdad, en qué haría al percatarse de aquello.
Ya
había perdido toda esperanza. Sabía que nada cambiaría, siempre
ocurriría lo mismo: siempre la misma historia. Y él se marcharía justo
después de conocerla, justo después de enterarse de todo.
Lloraba, pero no caían lágrimas. Lloraba en silencio, suspirando y respirando cada vez más entrecortadmente.
Lo amaba tanto...
No
soportaba saber que pasaría lo mismo que la última vez; no quería pensar
que en esta ocasión todo sería más difícil, habría más dolor.
Lo quería de verdad...
Y
lloraba al pensar que se iría sin apenas haberse acercado, sin haberse
quedado allí unos días, sin haber concedido ni una sola oportunidad.
Permanecía sentada, inmóvil, en ese triste y frío suelo. Llorando. Llorando por él. Por su partida. Por su repentina e inevitable partida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario