Las
nubes seguían tapando el sol, pero ya no llovía. Ahora sólo había que
esperar a que el cielo se despejara. Hasta que se volviera tan azul que
se perdiera con el mar; hasta que el horizonte se confundiera y
tuviéramos la sensación de volar; hasta que brillara el sol.
No parecía faltar mucho. Veía cómo, poco a poco, las nubes se iban apartando para dejar paso al universo. Sonreía porque sabía que tarde o temprano podría volver a ver el sol, podría volver a ser feliz.
Pero
tardó tanto en despejarse el cielo... que cuando lo hizo ya no estaba
el sol, se había marchado. En su lugar había pequeños soles que lo
ocupaban todo. Volvió a asomar la sonrisa, y esta vez ante un oscuro paisaje lleno de lucecitas brillantes.
No estaba feliz por ver el sol... estaba feliz por ver las estrellas.
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