Yaciendo en medio de la nada, rodeado de las más oscuras tinieblas, meciéndose ligeramente por culpa del frío viento. Estaba
solo. No había nada a su alrededor, no tenía a nadie que lo abrazara,
que permaneciera a su lado, nadie que lo escuchara... Aunque tampoco
tenía nada que decir: estaba en blanco.
Ella se le acercó, despacio, no quería precipitarse, no sabía qué podía ocurrir. Llegó hasta él. Lo
tocó. Era suave y estaba inmóvil, excepto cuando la brisa lo
acariciaba. Era duro como la roca y frío al tacto; tal vez por el
ambiente helado que lo rodeaba o tal vez por el material del que estaba
hecho. Lo abrió, sentía curiosidad.
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