miércoles, 21 de diciembre de 2011

Inspira y espira



Y hasta que no está completamente preparada, no para de hacerlo. Debe dejar a un lado sus inquietudes para poder seguir adelante. Hace tiempo que tomó la decisión y ahora no puede echarse atrás.

Respira profundamente, con contundencia, para que su corazón deje de latir con esa fuerza y rapidez con la que palpita. Cierra los ojos con vigor, cree que así sus lágrimas no llegarán a caer.

Piensa en la nada. Bueno, más bien piensa en pensar en nada. No quiere recordarlo, no quiere que vuelvan a su mente esas imágenes. Desea olvidar el porqué de su decisión; no necesita rememorarlo.

Ese rostro... No para de mostrársele ese rostro... El culpable de todo. Una pequeña silueta de angelical sonrisa y mirada endemoniada. Una figura quemada por las incesantes llamas del infierno. Es ella... otra vez. Un monstruo.

Sigue respirando, pero esta vez más pausadamente. Ya no está tan agitada, ya se ha habituado a esa situación. Está ya acostumbrada a que aquel demonio la ronde.

Inspira, espira, e ignora. Hace caso omiso a las oscuras palabras de aquél. Y este pequeño diablo insiste más y más... insiste más y más... insiste más y más... insiste más y más... Y ella no puede. Se siente incapaz de no mirarlo a los ojos, es demasiado tentador.

Es ella: alguien de aparente confianza. Alguien de quien se fió como una tonta sin cabeza. Alguien que escuchó sus más preciados secretos y los difundió y utilizó tergiversándolos sin piedad. Y se pregunta cómo pudo estar tan ciega. ¿Cómo? Desconoce qué tapaba sus ojos y qué clase de objeto no dejaba pasar la luz. Y se lamenta de no sabe mirar a su alrededor y ver la traición. No sabe cómo pudo estar tan ciega...

Por fin. Se calma. Ya nada importa. Ya todo da igual. Ha cometido tantísimos errores por su culpa, ha obrado tan mal, ha pensado de forma tan ruin... que parece que ya no importa si, por un casual, volviera a fallar en sus actos por el mismo motivo.

Inspira y espira, para asegurarse de que aquel vil monstruo pueda alimentarse de un cada vez más débil espíritu, un espíritu más cercano a expirar que a respirar.

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