sábado, 10 de diciembre de 2011

Para cuando lo encuentres:



Cógelo con cuidado, teniendo en cuenta que, bajo esa rígida capa, dura como una piedra, el material es frágil y se puede romper con facilidad, tal y como ya le pasó una vez.

Trátalo bien. Aunque no sea tuyo, no tienes por qué lastimarlo más de lo que está. Tócalo con suavidad y déjalo en un lugar seguro, donde no se vaya a caer ni vaya a sufrir más daños de los que, a simple vista, se observa que ha padecido a lo largo de estos años.

Procura no fragmentarlo e intenta que no pierda su calor. Trata de que el lugar escogido para dejarlo no sea muy frío, ya que podría quebrarse por el hielo provocado en las bajas temperaturas.

Y, finalmente, no te vayas sin despedirte. No es un objeto inanimado: tiene vida y late sin parar, a pesar de desear no hacerlo. Despídete de él y márchate cuando hayas comprobado que a este no le duele tu partida. Aprovecha ese momento y vete. No te gires. No te vuelvas para ver cómo se encuentra o se romperá.

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