miércoles, 14 de diciembre de 2011

Y ahora dime, si te atreves:



Cuándo, exactamente, perdí el rumbo y fui directa a la deriva; cuándo dejé de seguirte a tu misma velocidad; cuándo tu navío se volvió tan desconfiado y cuándo el mío tan extraño.

Dime por qué terminé chocando contra el iceberg; por qué naufragué y me ahogué entre miles y miles de lágrimas heladas; por qué perdí la cabeza por un luctuoso pirata capaz de robarle a una dama su más preciado tesoro; y por qué ahora no puedo dejar de pensar en aquel corsario.

Señálame dónde puedo ir; dónde pasar mis últimos días sin recordarte por cualquier tontería y a cada instante; dónde volver a reír cual niña en un seis de enero; y dónde no verte por todas partes.

Muéstrame quién es capaz de curarme; quién ahuyentará mis fantasmas; quién puede despertarme de este sueño; y quién devolverme a la realidad.

Dime qué hice mal; qué pecado cometí para que te fueras así; qué fue aquello que te hizo cambiar; y qué lo que te hizo rehusar.

Explícame cómo olvidarte; cómo rememorar el pasado sin hacer que aquel mar por el que navegábamos aumente; cómo mirarte sin desear hacerte pagar por todos los daños causados; y cómo dejar de odiarte.

Y luego, si te atreves, remata tu labor y haz que este tesoro que un día me usurpaste deje de existir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario