Hoy he salido al balcón y me han entrado ganas de sentarme en una de las
sillas que había; no sé si por el cansancio, por el aburrimiento o por
la inercia que tengo de sentarme cada vez que veo algo parecido a un
asiento. El caso es que al final no lo he hecho porque, viendo la
tranquilidad que había en el balcón, quizá soy yo la que es mala
compañía para la soledad y no a la inversa.
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